“La hora triste”, el relato de un vendedor ambulante
En las afueras de los colegios, los parques, las estaciones policiales y otros sitios de comercio, se visibiliza la numerosa cantidad de personas que se dedican al comercio informal o la venta […]
En las afueras de los colegios, los parques, las estaciones policiales y otros sitios de comercio, se visibiliza la numerosa cantidad de personas que se dedican al comercio informal o la venta ambulante. Aunque unos se las ingenian para vender y finalizar el día a tempranas horas, hay quienes laboran la mayor parte del día recorriendo gran parte de la ciudad.
Para don Carmelo Hernández, quien se traslada desde el barrio de Sor María Romero, para salir a empujar su carretón de sorbetes (helados) a eso de las seis de la mañana, hora en que inicia sus labores y que finaliza su jornada a eso de las seis de la tarde.
Con la edad de 50 años y cinco hijos en edades de 18 a 5 años de edad, esta última una niña. Don Carmelo, todavía tiene la fe de salir adelante hasta las últimas consecuencias.
Para don Carmelo, la etapa más difícil en su día, es al medio día, por lo que le llama “la hora triste”, ya que muchas veces no le queda tiempo ni recursos para poder comer y el saber cómo se están alimentando sus cinco hijos, le preocupa.
«Cuando se tiene el pan de cada día en la casa no hay de que preocuparse y cuando no, se tiene uno que preocupar por que no se tiene el sustento para la familia», expresa don Carmelo.
Las ventas de Hernández, son escasas y el porcentaje dividido entre la empresa y él, es bajo, de 500 córdobas, le quedan 150 de ganancias, apostando a obtener una buena venta del día.
«La situación está difícil, si vendemos, comemos», dice don Carmelo.
“Tenemos un poco de ventaja para vender, porque tenemos un poco de demanda en los centros de estudios y después negociamos en las calles”, reconoce el comerciante, mientras se rodea de otros dos vendedores, que con sudor en sus frentes, esperan un cliente nuevo en las afueras de un colegio de Matagalpa.