El matagalpino que regresó del exilio para ser encarcelado en Masaya
Roberto Andrés Buschting Miranda, un joven matagalpino tenía cinco meses de haber regresado del exilio. Estaba tramitando su pasaporte para regresar a Costa Rica dónde había estado viviendo meses atrás. Su madre […]
Roberto Andrés Buschting Miranda, un joven matagalpino tenía cinco meses de haber regresado del exilio. Estaba tramitando su pasaporte para regresar a Costa Rica dónde había estado viviendo meses atrás. Su madre le pidió su regreso a Costa Rica para evitar que fuera encarcelado.
El 14 de noviembre del 2019 Roberto viajó a Managua para hacer sus trámites de papeles, pero aprovechó para reunirse con sus amigos y amigas de lucha, ese mismo día viajaron hasta Masaya intentando llevar agua a las madres de los presos políticos que estaban en huelga de hambre en la iglesia de San Miguel Arcángel en esa ciudad.
Buschting, activista político y miembro del frente por la autonomía y calidad universitaria en Matagalpa (FACUM), cuenta cómo fue la odisea que vivieron al ser detenidos por la por la policía de Masaya. “Los antimotines nos amenazaron que nos iban a matar, nos decían váyanse por favor, sino nos iban a matar”. En ese momento, mientras los ahora llamados “aguadores” intentaban negociar con los oficiales para tener acceso al templo, recuerda el Matagalpino.
Sus compañeros, observaron que se logró abrir una ventana en el costado del templo y se pudo ingresar dos botellas con agua potable porque era muy angosta la ventanilla para ingresar más botellas con agua.
Mientras un oficial indicó “Ya les dije que se fueran, les doy dos minutos para que se vayan si no los echo preso a todos”, los jóvenes se retiraron del lugar mientras fueron fotografiados. “Desde que yo me bajé del carro grabé en vivo con mi teléfono, la policía no intentó quitármelo”.
Cuando los jóvenes azul y blanco se movían del lugar en sus carros en sentidos contrarios para evitar una persecución y que fuesen detenidos, “Giramos varias cuadras a la izquierda, porque no conozco Masaya, pero cuando doblamos la última cuadra; vimos la patrulla con la sirena”. En ese momento los interceptaron de manera independiente, los encañonaron, les quitaron sus papeles y sus teléfonos.
Buschting relata lo ocurrido durante esa noche, «Nos estaban amenazando cuando estábamos entregando el agua, un policía con malas palabras dio la orden que golpearan a Amaya mientras forcejeaba con dos oficiales para que entregara su teléfono, José Medina quiso interceder pero un policía de la DOE (Dirección de Operaciones Especiales) lo golpeó».
Los únicos golpeados en ese momento fueron José Medina, Amaya Coppens y Melvin Peralta en su tobillo. “A mí no me golpearon”, recuerda Roberto. Mientras los trece jóvenes eran trasladados al Chipote, los oficiales iban comentando “A donde vamos a tirar a estos hp, al volcán, a la laguna a dónde”.
¿Cómo se sentía Buschting al saber que iría al chipote donde estuvieron muchos de sus compañeros de lucha encarcelados? Él cuenta. «Sentía un poco de temor por todas las experiencias que vivieron mis compañeros anteriormente cuando fueron encarcelados, tenía ese temor de vivir en carne propia las torturas; tenía un sentimiento de impotencia porque lo que nos estaban haciendo era injusto».
La única agresión que sufrió Roberto fue cuando un oficial le arrancó a la fuerza una pulsera con los colores de la bandera que portaba en una de sus manos. Además, los callaban a toda hora, “No nos dejaban hablar”.
Horas después, tres jóvenes más fueron detenidos en Masaya y llevados al chipote en la madrugada del 15 de noviembre “Ellos si fueron agredidos” dice Buschting. Ese reencuentro entre activistas fue algo “Sorprendente” allí los juntan a los 16 opositores aguadores.
A los jóvenes los acusan de tráfico ilícito de armas, mismas que supuestamente fueron introducidas en los carros de los jóvenes para ser culpados.
“Cuando llegué a la celda llegué pasmado, me negaron todo con respecto a mis atenciones en salud”. En las celdas, había rumores de la libertad de las y los jóvenes… pero no estaban convencidos de ese rumor. “En las celdas hicimos pronunciamientos para ver a nuestra familia. Protestamos, gritamos en contra del gobierno y me enfoqué en el treinta de enero que es nuestro juicio”.
Según Buschting quien permaneció en la celda cinco, todos los días en prisión mantuvieron una campaña de protesta para exigir justicia. Los quisieron callar, pero no pudieron, cuenta el joven.
El 30 de diciembre que dejaron en libertad a los aguadores, “Yo creía que era un sueño, le pregunté a mi amigo de celda si era verdad. En ese momento me sentía súper feliz, me bañé, me cambié y me sentí extraño estar con ropa de civil y encerrado”.
El martes 19 de noviembre fueron apodados la banda de los aguadores por la ayuda humanitaria que habían hecho y una música que se compuso en su honor.
“Cuando venía de regreso a casa, sentí una sensación bonita. Cuando entré al barrio sentí un escalofrío y saqué el puño diciendo sí se pudo”, recuerda entre sollozos el joven.
Roberto fue recibido entre amigos y familiares. “Cuando vi a mi mamá lloré y le di ánimos”. Tiempo después su casa fue rodeada de supuestos paramilitares, pero “Me sentí acogido con mis amigos y familiares que exigían mi libertad”.
Con respecto al regreso a la universidad no es un propósito en este año para Roberto, pero asegura que seguirá exigiendo la autonomía universitaria en el país.