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Mujer rural conserva algunas costumbres nicaragüenses casi olvidadas

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Modesta Orozco Rodríguez, una mujer adulta-mayor, migró de la comunidad Matasano-Quebrachal, hasta el barrio Germán Pomares en el municipio de Matagalpa, desde muy niña siguió los pasos de su madre, y ahora conserva el hábito de tejer, casi extinto entre las costumbres nicaragüenses.

Hace dos años productos de la crisis sociopolítica del país, y la escasez de ingresos, se aventuró a las costumbres ancestrales y ahora trabaja adornos para lapiceros, a los que llama “la flor con lápiz”, manteles para mesas y delantal.

El adorno de los lapiceros los aprendió a hacer de una de sus hijas, y de su madre y amigas, bordar prendas, aunque apesarada cuenta que algunas cosas se le han olvidado. Cada lápiz vale 25 córdobas, por docena se dan a 20, y los coloridos manteles a 100 córdobas. Ella misma los diseña. «Todo lo que se hacía antes se está perdiendo. Yo me gano mis reales así con estas elaboraciones».

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Dibujar flores y hacer coronas para el día de los muertos, celebrada en los primeros días de noviembre, también es un legado familiar. Se distrae incluso adornando el jardín del patio de su casa.

La mujer se organiza con el Colectivo de Mujeres de Matagalpa, en un grupo de mujeres parteras de diferentes comunidades. Si estas costumbres nicaragüenses, llegaran a perderse, “ya va ser distinto, va ser un –tuerce- para uno, porque ya no se va poder vender”.

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